De regalo este año, valentía sin envoltorio

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A dos semanas escasas de Navidad, cuando nos sale de forma natural ser amable, felicitar al vecino y compartir un décimo , yo ando dándole vueltas a los regalos no materiales que me gusta incluir en mi lista. Manías que tiene una. Para regalar y para que me regalen.

Quiero este año algo práctico, efectivo, que entre la edad y el sentimiento de vulnerabilidad que nos ha dejado la pandemia, mejor ir al grano.

Así que voy a decantarme por pedir y regalar, dosis inmensas de valor y coherencia para las charletas de estos días.  Valentía sin envoltorio, para hablar de las cosas buenas de la sociedad diversa, intercultural, que acepta y respeta a los demás, a los que nacen aquí y allá, que suma y no busca el conflicto donde no lo hay.

Y es que a ver si entre todos dejamos de practicar el odio y la exageración como deporte nacional porque de verdad que empiezo diciembre conmovida por el desprecio que se respira hacia los invisibles de la sociedad.

Que no sabemos ni sus nombres, ni sus historias, pero nos atrevemos a inventar sobre sus vidas y sus intenciones. Menudos futurólogos estamos hechos.

Etimológicamente no es lo mismo migrante que refugiado, y sin embargo todas las personas que reciben el calificativo tienen algo en común, más allá de nuestra mirada de desconfianza. Han dejado, apretando los dientes, el país que les abrazó los primeros años de vida. Que por nadie pase.

Escribe mi admirada escritora vietnamita Kim Thúy en “RU ” publicado por la editorial Periférica, que atravesar el golfo de Siam buscando un país seguro, arrojó al agua los acentos de sus nombres, los despojó  de sentido reduciéndolos a sonidos extraños, ajenos en lenguas diferentes.

Qué descripción más acertada pero qué demoledora.

Buscando ser positiva diré que creo,  tenemos en nuestras manos devolverles algo de la dignidad que se les quedó por el camino. Sin embargo también se que para eso, hemos de dejar de meter todas las situaciones en el saco de las personalidades perdidas.

Los refugiados huyen de su país de origen por temor a la persecución, al conflicto o la violencia y requieren protección internacional.

Los estados tienen la obligación, has leído bien, o-bli-ga-ci-ón, de proporcionarles esa salvaguarda contra la devolución a los peligros por los que han huido; deben asegurarles el acceso a procedimientos de asilo justos y eficientes y por supuesto medidas que garanticen que sus derechos humanos básicos sean respetados.

Tiene guasa que parezca que es ahora cuando se nos llenan las calles de ciudadanos en esta situación,    que hay manga ancha y beneficios para ellos, cuando el concepto está contemplado en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.

Setenta años de definición exacta, de derechos y obligaciones sin tantos aspavientos.

El concepto  migrante, hace referencia a la persona que decide dejar su país de origen por motivos económicos, de falta de esperanza y posibilidad de progresar. También cuando persiguen la reunificación familiar.

Que estaréis de acuerdo conmigo en que algo hipócritas somos, cuando lloramos con el anuncio de turrón “el Almendro” viendo al hijo que se fue lejos  volver a casa por Navidad, pero no somos capaces de   empatizar con el que está en nuestro país intentando hacerse hueco  y el abrazo con sus seres queridos tiene que ser, forzosamente en sueños, o quizás, ni eso, para no recibir el tortazo de la realidad al despertar.

Y es que, el alivio de la terrible añoranza también está reservada a unos pocos privilegiados. Tela de sociedad.

Los migrantes son tratados desde que llegan, con la propia legislación del país receptor y sus procedimientos en materia de inmigración. No están exentos de nada. Pese a las mentiras que corren por las redes, sus pasos están mirados con lupa y se duda de su honestidad de continuo. Aunque compren en el súper con los mismos euros que lo hacemos los demás. Aunque paguen alquileres abusivos, aunque manden remesas económicas pagando comisiones a las entidades bancarias, aunque ocupen trabajos precarios en economía sumergida contratados muchas veces, por los mismos que los desprecian.

Las diferencias entre las definiciones de inmigrante y refugiado, pueden parecer livianas, pero la empatía y el respeto por las personas que llegan a nuestro país, son incompatibles con la ignorancia.

El desconocimiento de cada situación, desencadena conversaciones desagradables repletas de imprecisiones y mentiras. Falsedades que abren camino al miedo y que nos hacen vivir en una sociedad desconfiada, poco amable.

Cuando me lance a pedir y a regalar a mis cercanos la valentía sin envoltorio, voy a incluir algo así como un manual de instrucciones.

Voy a echar un cable para saber cómo utilizarlo, que no es fácil. Voy a ayudar, tanto como me ayudan a mí, mis amigos de ACCEM a conocer la realidad de los invisibles que vienen con mochilas repletas de sufrimiento pero con hueco para la  esperanza.Accem Logo home - De regalo este año, valentía sin envoltorio

Y es que ACCEM (no dejes de visitar su web), como otras entidades del Tercer Sector que conozco bien, no deja su propósito a pesar de las dificultades y la falta de recursos. Que quieran contribuir a la que la sociedad disfrute de la diversidad desde la interculturalidad, la igualdad de derechos efectiva, la participación y el empoderamiento de las personas, no es un slogan creativo, sino el eje que les hace trabajar todos los días.

Cómo de bien lo transmite  Mohammed Kebaili, su coordinador  en Murcia y cómo de bien impulsan los programas de acompañamiento integral a refugiados, menores no acompañados o jóvenes ex-tutelados, el resto del equipo.  Sentarte a charlar con Mar o con José Manuel, es reconciliarte un rato con la humanidad, porque para trabajar con colectivos en exclusión, hay que tener algo más que ganas. Hay que tener valentía de serie. De la que no te regalan porque no la necesitas.

En estos días, la ONG ha lanzado una campaña que va en negrita en las instrucciones.

Hay que ver “ODIAME” para entender aún menos de donde sale esa rabia que se respira en parte de la sociedad. Hay que disfrutar y aprender con sus vídeos para frenar, con valor y contundencia, a los que creen que los bulos, insultos y demás barbaridades no tienen consecuencias reales.

Acabo el post de hoy, recordando otra frase de Kim Thúy que resume con sutileza, pero mucha verdad, el sentimiento de llegada,de tantos ciudadanos que estas fiestas serán defendidos por todos los que seamos valientes.

Dice así:

Cuando llegué (…) no tenía puntos de referencia ni herramientas para poder soñar, para poder proyectarme hacia el futuro, para poder vivir el presente, en el presente”.

Voy a abrir con mucha ilusión mis regalos no materiales de este año. Y después, me voy a ir a tomar un café, un té o lo que se tercie, con quien quiera compartir conmigo un ratito de conversación de las que me gustan. De las que hablan de vidas reales que hacen que la sociedad sea más plural, más alegre, más acogedora, de las que permiten que seamos más ciudadanos del mundo viviendo el presente, en el presente.

Escríbeme si quieres, al qué me quieres contar del blog, o al formulario al final de este post. Estaré encantada de compartir reflexiones contigo.

 

 

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