Inclusión financiera y dar la vuelta a la página.

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Las personas extranjeras, inmigrantes que residen en España poco o mucho tiempo, no tienen, muchos de ellos, cuenta en el banco.

No porque no quieran, sino porque no se las quieren abrir. Así de contundente quiero empezar hoy, porque así de duro y cruel es el tema.

Lo curioso de la situación es que el Real Decreto 164/2019 del 22 de marzo, obliga a las entidades de crédito, a facilitar la inclusión financiera de cualquier persona en situación de vulnerabilidad o riesgo de exclusión.

Imposición legal que en la práctica consiste sencillamente en informar y   abrir cuentas sin comisiones ni pagos previos a los ciudadanos que estén en estas circunstancias y sin embargo quieran contribuir a la vida económica del sitio donde residen.

Lo del ley lo aprendí hace unas semanas en un taller acertadísimo que ofreció la EAPN-Castilla la Mancha  a agentes sociales (gracias EAPN, Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social  por estar ahí siempre, dotándonos de herramientas para ayudar). Se llamaba la actividad  “cuentas bancarias online gratuitas y cuentas de pago básica para personas en vulnerabilidad económica” y asistieron, representantes de las principales entidades financieras o seguramente de las más sensibilizadas para cumplir  la ley.

Muy profesionales y empáticas  fueron sus intervenciones, tengo que decirlo, pero  una cosa son  los nobles propósitos, y otra  ponerlos en práctica. Y es que a la hora de la verdad los prejuicios juegan una mala pasada, llamemos a las cosas por su nombre.

Creedme si os digo, que, si me animo a contar esto un día en el que sería más sencillo contar cosas alegres, que las hay, ahora que llega el buen tiempo y las vacunas, es porque empiezo a desesperarme con los obstáculos que ponemos como sociedad, a los que llegan a convivir y a aportar.

Lucinda, (nombre ficticio pero situación muy  real)   me sonrió por encima de la mascarilla aquel martes en el que venía a contarnos una situación cotidiana para extranjeras como ella.

Extranjeras, inmigrantes asentadas varios años en un país que aún no le ha regularizado sus papeles de residencia y sin embargo, le brinda la ¿oportunidad? de trabajar, eso sí, en economía sumergida sin derecho a ningún tipo de reconocimiento por ello.

Situación muy paradójica porque Lucinda, con su esfuerzo, contribuye al bienestar de una familia que necesita servicio doméstico muchas horas, después gasta el sueldo, en el súper donde paga IVA de los productos que adquiere, y con lo que queda de la compra, liquida alquiler, luz y agua como no puede ser de otra manera, como cualquier ciudadano de pleno derecho, pero sin llegar a serlo.

Lucinda quería abrir una cuenta bancaria. Una simple cuenta bancaria donde poder recibir ingresos por transferencia. Donde poder guardar su dinero sin tener que recurrir a sobres debajo de la almohada. Sin embargo, le han negado su derecho hasta en tres ocasiones, en tres bancos diferentes.

Y aún sonríe y pide ayuda con amabilidad, que no sé de dónde saca las fuerzas después de tanto desprecio.

Habría que inventar una palabra para esa resiliencia sobrenatural que lleva, a las cientos de Lucindas a sobrellevar el duelo que sufren al dejar sus países de origen, a la añoranza de sus familias, sus amigos, sus costumbres. Su zona de confort.

El choque cultural sobre el que hablamos tanto los educadores sociales en relación a  la interculturalidad, es una manera suave de nombrar , el trompazo ( término vulgar que me animo a utilizar) de expectativas frustradas cuando no solo  no se encuentra lo que se esperaba, sino cuando además, en tu lugar destino te desprecian por tu aspecto, por tu origen, sin pensar por un momento que antes  has tenido una vida, una formación, una dignidad.

Los que hemos tenido la suerte de viajar para conocer otras culturas y muchas veces para mejorar destrezas lingüísticas, deberíamos ser capaces   de empatizar  fácilmente con ese sufrimiento. Porque quien no ha tenido ganas de llorar cuando, fuera de su casa, no se le ha entendido, o cuando ante una dificultad se le ha cerrado el estómago añorando una cara conocida, una sonrisa amable.

Claro que los que cruzábamos fronteras con billete de vuelta y dinero en el bolsillo, tenemos una gran ventaja sobre la mayoría de inmigrantes que llegan a nuestro país. Y  sin embargo compartimos, con mayúsculas,  aunque les cueste tanto entender a algunos, un objetivo común. Progresar, progresar  para mejorar nuestra vida y la de nuestros hijos,

Lo que ocurre, digámoslo sin tapujos, es que el billete de vuelta  significa estatus, y parece diferenciar injustamente, sin piedad, entre ciudadanos con y sin derechos.

A  Lucinda, le ayudaremos a abrir su cuenta en un banco,  pero no será un final feliz,  mientras  quienes le preparan los papeles en la ventanilla, trabajadores como ella, no sean capaces de cambiarse las gafas culturales ( maravilloso concepto de Jose Carlos Cabrera, mediador intercutural y profesor en la EIM, escuela internacional de mediación, del que estoy aprendiendo tanto ) que tanto les han  condicionado para negarle previamente, su derecho

Porque no se trata de aceptar, de conformarnos con integrar, sino de ser capaces de entender y valorar la riqueza que nos ofrece la diversidad. De lo inteligente que resulta ser amables aplaudiendo lo que cada uno, seres culturales diferentes, podemos aportar a la sociedad.

Mientras escribía este post, y en medio del desasosiego que me crea, reflexionar sobre tanta indiferencia y hasta tanta maldad hacia lo desconocido (véase las falsas noticias que criminalizan a niños valientes que viajan solos sin billete de vuelta), ha llegado estos días a mis manos una joya, un rayito de esperanza en forma de libro ilustrado para niños y adultos,  de los que tanto me gustan.

La página de arriba está escrito e ilustrado por Canizales, y editado por Apila Ediciones que siempre da en clavo con estos libros llenos de color y positivismo. Recomendando su lectura, quiero acabar el post de hoy.

LA PAGINA DE ARRIBA  - Inclusión financiera y dar la vuelta a la página.
Canizales, Apila Edciones.

El álbum nos invita , a  ser empáticos,  a que nadie se crea con más derechos por vivir en la página de arriba, a que lleguemos a  valorar las ventajas de estar todos  situados  en el mismo plano para convivir. Además,  el potente mensaje  nos lo sugiere, con unas ilustraciones maravillosas, de las que te hacen parar por un ratito.

 

Si después de leer el post, te has atrevido a darle la vuelta a la página, a cambiarte por un día las gafas culturales, a aplaudir  la interculturalidad, escríbeme y charlaremos sobre ello.

Seguro que acabamos con una sonrisa y con mil razones por las que celebrar juntos, la diversidad social.

Aquí puedes contarme lo que quieras.

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