El equilibrio vital en nuestra sociedad líquida, se entrena con Pedagogía de la Emergencia

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Si os dijera que “lo que antes era un proyecto para toda la vida hoy se ha convertido en un atributo del momento”, podría parecer que he rebuscado en las redes hasta encontrar la frase perfecta de reflexión melancólica para estos días, pero la realidad es que fue escrita hace ya unos años por el sociólogo Zygmunt Bauman (1925-2017), al que me encanta leer, porque su concepto de modernidad líquida me parece brillante y tremendamente actual.

Decía Bauman, que nuestra época era el fin de los referentes sólidos y consistentes de una sociedad que se encuentra en constante cambio y movimiento.

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La sociedad líquida, no mantiene por mucho tiempo una misma forma.

Y vaya un vuelco hemos sufrido en apenas unas semanas.

Pues bien,  ahora que ya sabemos todos, que habrá un antes y un después, de cómo nos adaptemos a esa transformación puede depender el bienestar de la sociedad.

Escribí en un post publicado en solucionessong.org que algunas entidades sociales no se enfrentaban a la pandemia sin experiencia previa.

 

Que lo que ahora se llama COVID -19 en otras ocasiones ha tenido nombres menos técnicos, pero dosis parecidas de sufrimiento.Terremotos devastadores, guerras, movimientos migratorios forzosos y otros brotes de enfermedades sin medicinas por falta de recursos o voluntad internacional, han golpeado muchas veces a poblaciones en otros lados del planeta y las ONG han estado en primera línea gestionando con eficacia los pocos recursos disponibles.

Pero lo que es cierto, es que, quizás, incluso en los movimientos sociales, nunca habíamos tenido, en tan poco tiempo, un aumento de beneficiarios de los de casa. La sociedad líquida, que se desvanece rápida, ha provocado que cada uno de nosotros, educadores, técnicos, voluntarios, pero también ciudadanos sin experiencia previa, nos haya nos convertido en agentes sociales de cambio cercano.

Y es que esa fuerza que provoca la proximidad del que sufre nos ha llevado a querer arrimar el hombro. A todo costa y bajo cualquier coste.

Qué bonita sensación de solidaridad compartida, claro que sí, pero para ayudar bien,hay que entrenar y llegar musculoso al punto de partida, porque la ansiedad, tristeza,o vértigo que producen las actividades asistenciales no es poca cosa.

Menos mal que en el colectivo social siempre hay quien va por delante. Quien se adelanta con maestría a las situaciones caóticas de la gran mayoría.

Y es que, para gestionar tantas emociones, tanta inseguridad colectiva, así, de pronto,tan de golpe, hace falta una caja de herramientas que la mayoría de nosotros no tiene llena.

La Pedagogía de la Emergencia que cada lunes nos enseñan Aránzazu y Diana nos recarga el cajón interno, nos trasmite fortaleza vital. Tanto y tan difícil.

Estas expertas en la materia son las docentes del curso que con gran acierto ha organizado el Colegio Profesional de Educadores Sociales de la Región de Murcia.

Y vaya regalazo participar en él.

Nos hablan del trauma y sus fases para  conseguir instalar  el concepto de normalidad en su justo lugar sabiendo que, en las dos primeras fases del proceso traumático, aún con reacciones altamente disruptivas, las respuestas son normales frente a un acontecimiento anormal,como el de ahora, como el que estamos viviendo. Y ese sutil, pero importante cambio de mirada es el que nos permitirá actuar desde otra perspectiva.

Cada semana nos proveen de recursos  pedagógicos que tienen consecuencias sanadoras, nos hablan de vitalidad y armonía, de movimiento, de arte, de heurística y de belleza, pero, sobretodo, nos preparan para buscar un espacio de equilibrio interno que nos ayude a sentirnos seguros y desde ahí destensar el bloqueo emocional en el que podemos estar inmersos. Y es que va a ser desde ahí, desde ese rincón,  una vez realizado este proceso de estabilización, cuando podremos  encontrarnos “en forma” para  tender la mano a otros.

Se trata, en definitiva, de autorreforzar nuestras defensas y conseguir impulsar a los demás, pero siempre minimizando el riesgo de caer en el agotamiento por empatía, ese que se sufre al querer ayudar sin descanso, cuando no llevas kilómetros suficientes de rodaje.

La pedagogía de la emergencia, surgió para tratar el trauma que sufren miles de niños en campos de refugiados o después de fenómenos naturales y que les obliga, en apenas un suspiro, a romper con la estabilidad de sus vidas. Aplican  métodos pedagógicos muy bonitos, serenos y experimentados que consiguen aumentar la autoestima y las fuerzas de resiliencia de los pequeños, hasta situarlos otra vez en el punto de partida

Pero ahora, que me acerco a ella cada lunes, ahora que  la sociedad líquida deja de ser una teoría de libro para convertirse en la realidad más cercana, ya no sólo la veo necesario para niños en situaciones de extrema vulnerabilidad, sino que la encuentro tan recomendable para nosotros, agentes de cambio, que tengo que animarte a que visites su (pincha en el link)página web  para conocerla mucho más y atreverte a participar, si te apetece, en alguno de los cursos que ofrecen.

Decía el maravilloso neurólogo Víctor Frankl(1905-1997),que “Si eres consciente de que no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre puedes escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”

Yo escojo, convencida de que es la vía correcta, el camino del autocuidado, de la psicohigiene que aprendo con la pedagogía de la emergencia, porque desde mi rincón seguro y sereno, estoy segura podré sentirme más útil en estos momentos de compleja transformación social.

Si te apetece contarme, que camino es el que tú escoges, o simplemente quieres que charlemos de las inquietudes pero también de los retos de estos días, escríbeme, y como siempre,estaré encantada de contestarte.

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