Qué rápidos somos mandando whatsapp. Ni qué decir, escribiendo frases ingeniosas en twitter. Debe ser un ejercicio mental interesante que la neurociencia tendrá seguro a estas alturas más que analizado.
Pero a mí, como educadora social, tengo que reconocerlo, me asusta un poco. Me causa inquietud porque nos estamos acostumbrando a no pensar. Y la impulsividad que provoca la poca reflexión, está bien sólo para los desahogos, pero no para cuando de lo que se trata es, de resolver, de verdad, un problema.
El “yo haría” sin darle al coco previamente, me parece algo intrépido.Seguro que alguno de vosotros está pensando que me refiero a los mensajes de las últimas semanas que inundan las redes y que nos provocan esa sensación incómoda de odio y rabia. Pero no, eso sería quedarme en lo fácil, aunque ya que los nombro diré que no me gustan nada.
Mi post de hoy quiere ir un poco más allá.
En las entidades sociales, tenemos que lidiar con situaciones mucho más complicadas que frivolizar desde el sofá móvil en mano.Me refiero, a ese momento en el que un colectivo en situación de vulnerabilidad social nos pide ayuda, ese colectivo con el que empatizamos y para el queremos una solución eficaz.
Entonces no vale ser tan rápido porque podríamos estar equivocándonos y mucho. Es necesario, dedicar un rato de música y reflexión, para elaborar un valioso árbol de problemas, que identifique cuál es el verdadero rompecabezas, (tronco), cuales son las causas, (raíces) y cuáles son los efectos si no lo solucionamos (ramas).

El método de análisis o investigación social que tanto hemos utilizado las organizaciones sociales en proyectos y del que podéis aprender más en múltiples vídeos de youtube, (basta con buscar “árbol de problemas”) está explicado y recomendado hasta en la página de la Unesco.
Algo laborioso cuando empiezas, sí, pero tremendamente útil porque invita a no quedarse en la superficialidad.
Que quizás ya esté inventada la app que en un sólo clic me dibuje el arbolito y priorice causas y efectos…Pero, poco nos ayudaría, porque habríamos dejado de pensar. De ponerme por un ratito, en la piel del otro. De dejarme los egos y utilizar la tercera persona del plural. De analizar con mayúsculas y pensar que nunca existe una única solución. Que las alternativas están para ser encontradas.
Y que queréis que os diga, a nuestra sociedad, no le sobra, para nada, momentos de reflexión.
La tecnología, el progreso de las tics, son fascinantes y claro que sí, nos facilitan muchísimo la vida, pero ante los contratiempos o dificultades…Ay amigo, un ratito de paz mental es el mejor remedio.
En eso están mis amigos y alumnos de una entidad con poco tiempo de vida pero mucho entusiasmo y trabajo profesional,Committed & Revived Youth de la Alcudia en Baleares; Saben y entienden que para poder seguir ayudando a colectivos en exclusión social, han de entender por qué han llegado a esa situación. Que han de apostar por ayudar con calidad, y para eso la raíz de las dificultades tiene que conocerse. Bien por ellos.
Y ahí están también, otros amigos no pertenecientes a entidades sociales, que me llaman con sus historias que las siento como mías, y sin ser conscientes, crean sus propios árboles y donde las raíces no habían sido descubiertas, de repente, aparecen, y entonces en muy poco tiempo, saben buscar la solución, ellos solitos, para salir del atolladero.
Porque no se trata de dibujar un nogal perfecto. Se trata de charlar con alguien o por qué no, con uno mismo, y utilizar todo el potencial humano que tenemos para reflexionar, analizar y llegando a las causas verdaderas del problema, buscar la mejor solución.
Quiero acabar el post, endulzando el mensaje con un libro , un álbum ilustrado que cuenta de forma delicada, como una niña planta un árbol, y su mundo, que es el de todos, empieza a cambiar. Me ha fascinado por su mensaje tierno, real y sencillo. Parece elaborado para niños, pero como es habitual en esta sección, invita a la reflexión de adultos.

Es del ilustrador Rodrigo Mattioti y recibió el premio Apila Primera Impresión, que es un reconocimiento, que Apila Ediciones, otorga para dar impulso a maravillosos ilustradores en sus primeras obras.
Me encanta la filosofía de la editorial Apila Ediciones, porque disfruta como yo, de los cuentos ilustrados infantiles como herramienta transformadora de la sociedad. Y es que no me canso de escribirlo, ya lo sabéis, dedicar un ratito de lectura a estas joyas ilustradas equivale a un buen rato de meditación, porque consiguen alejarnos del ajetreo diario y nos recuerdan aprendizajes de infancia que jamás debemos olvidar.
Si tenéis oportunidad no dudéis en dedicaros un rato de buena lectura. Si además queréis que os ayude con un árbol de problemas de vuestra organización, o simplemente queréis un té reflexivo para buscar las raíces de eso que no os deja dormir, no dudéis en escribirme. Estaré, como siempre, encantada de ayudaros.