Este Diciembre voy a participar en el consumismo , por qué no aceptarlo, pero voy a ser valiente, cambiar mis hábitos y voy a regalar sin etiquetas.
Y no es que vaya yo a entrar a las tiendas como pollo sin cabeza arrancando los precios o las marcas, nada de eso. Simplemente voy a ser libre de mente. Voy a intentar no etiquetar ni si quiera a las personas más cercanas, ni si quiera a mi familia.
¿Qué de qué hablo? Pues de que de desde que somos pequeños entramos en sociedad encasillados. Hijo de, primo de, amigo de… Lo que nos obliga a seguir una estela definida de comportamiento impuesto, que a veces pesa. Y vaya si pesa.
Que si eres madre, regalos para disfrutar de ti misma, que falta te hace. Que si eres padre, todo te llega de la sección para hombres que hay ya en todos los grandes almacenes. Y si eres abuelo, un montón de trofeos al mejor o mejor abuela en forma de taza, libreta o álbum de fotos.
Y están muy bien esos regalos, decimos que nos facilita la vida, que no digo yo que no nos la simplifique, pero lo que me parece que no está bien (además del consumismo compulsivo que da para escribir mil post) es, etiquetar. Porque si etiquetas, si te etiquetan te están restando libertad, así de simple.
La singularidad, no debía estar reñida con formar parte del grupo. Y aquí los educadores tenemos una gran tarea.
Las máscaras psicológicas que nos ponemos para prohibir que otros invadan nuestro mundo interior, debían desaparecer cuando maduramos. Cómo me ven los demás, que esperan de mí, no debe pesar tanto.
Claro que a todos nos gusta pertenecer a un grupo , y que es importante para el sentimiento vital de seguridad, pero sería estupendo, pertenecer sin tener que disfrazarnos de personajes socialmente definidos. Que el grupo, fuera un grupo amplio y diverso, qué maravilla.
Mi regalo estrella para este año en Navidad, es un nuevo libro de Raquel Díaz Reguera que he vuelto a comprar en Antaño.

Yo soy,es la continuación del clásico que ya os hablé en el post de Octubre, Yo voy conmingo, y que sigo teniendo en mi mesilla para no olvidarme de los pájaros de mi cabeza y seguir volando mientras quiera.
Habla de quitarnos el peso que llevamos a la espalda consecuencia del qué diran. Me encanta para adultos, y sé que es también para niños, claro que sí, pero créeme, a muchos mayores, su lectura nos animaría a quitarnos la gafas de sol.
La magia de la Navidad este año para mí, no va a ser, un árbol con muchas luces, ni siquiera si son led. Mi momento mágico va a ser el que voy a disfrutar regalando momentos de reflexión, compartiendo mi forma de entender el mundo, quitándome la máscara de protección y arriesgándome a que me etiqueten de entusiasta.
Venga, ¿Te animas a llenar estos días las calles de la magia de la valentía? No sé si sonará como los villancicos,quizás no, pero sí estoy segura, que en muchos rincones habrá espaldas relajadas y sonrisitas ruidosas de verdadera felicidad.
Ahora, como te digo siempre, si te has quedado con ganas de comentar, o si quieres que hablemos de momentos quitamáscaras y mágicos, no dudes ni un segundo en escribirme. Estaré encantada de compartirlos contigo.