Ser capaz de ser feliz, productivo y hasta brillante en el trabajo y en la vida, parece ser un don innato, algo que o se tiene o no. Algo que envidiar.
Así lo creía yo también hasta que el fin de semana pasado tuve la suerte de participar en un taller en las instalaciones de Jesús Abandonado, un encuentro de los que te marcan para el resto de tu vida.
Me avisó mi amigo y organizador de evento Antonio Angel de Influye,talento y desarrollo del que ya os hablé en mi post de Junio, Iniciativas que aportan y Regeneran.
Y me llamó, porque seguramente sabía que iba a disfrutarlo a tope y porque sabe que un poco o un mucho de introspección es necesaria para los que nos dedicamos al mundo social.
Que, si no te conoces, si no sabes tus fortalezas, no puedes ofrecerlas, y si no las ofreces, no puedes estar dando tu máximo.
Lo difícil, pensaréis, está en saber dónde están nuestras fortalezas, cuáles son nuestras habilidades. Pero existen gurús del conocimiento como Antonio Angel y Gabi, que te saben llevar a tu propio terreno, y después de unas risas y algún llanto, te re-descubres afirmando, casi sin vergüenza, sin sonrojarte, en lo que eres bueno y te apasiona.
Qué ratico más bueno pasé, y es que claro, también estaba acompañada, de los voluntarios y trabajadores de Jesús Abandonado que tienen tienen mucho que ofrecer más allá de la labor social que hacen diariamente, y que seguro después del curso, serán conscientes de que lo tienen,y hasta se mirarán al espejo, con algún guiño de ojo más.
Porque, Eli, M Dolores, Eloisa, Fernando, Jose, Antonio, María, Sandra, MªJosé son grandes en alma, en compromiso y en sencillez, pero además saben bailar hasta emocionar, les encantan los animales, buscan cursos de cocina porque les apasiona o se saben tenaces al grito de “no hay que rendirse nunca”.
Pienso de verdad, y no sólo con la emoción del momento, que todos los que trabajamos en pro de la justicia social, deberíamos participar en un taller de redescubrir nuestros talentos.
Porque para ayudar con mayúsculas a los demás, hay que intentar conocer nuestras mejores cualidades sin sonrojarse.
La liberación que produce ser sincero contigo mismo, os aseguro, es un chute de energía que no se consigue ni con mil dosis de cafeína.
Hoy quiero acabar el post citando un libro que seguro ya conoces, porque es un clásico en educación emocional en niños y tan necesario en adultos que yo lo tengo en mi mesilla de noche para reconducirme cuando tengo tentación de quitarme los pájaros, pero que son míos, y solo míos, de la cabeza.

Es de Raquel Díaz Reguera, y ya sólo con la dedicatoria de la primera página “A las pequeñeces que nos hacen singulares” me di cuenta de que me iba a enamorar de su mensaje y sus ilustraciones.
Si no lo conocéis aún, os animo a leerlo e incorporarlo a vuestro espacio de cosas mágicas. Si además podéis participar en un taller con Antonio Angel y con Gabi, de Influye,talento y desarrollo estoy segura que me vais a escribir diciendo que, mi Rincón de las Sonrisas de esta semana, os ha hecho ser un poquito más libres y felices.
Espero, como siempre con ilusión, vuestras valoraciones y comentarios.
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